martes, 24 de abril de 2012
CUENTOS A PETICION -1
LA MUERTE DE UN ANDROIDE
“ Cuando venga la dulce muerte, déjala pasar cuando llame, abre todos los cerrojos, ábrele tu corazón, súbete en su cabalgadura y déjate llevar dulcemente, como vuela una golondrina hacia su nido, ella conoce el camino de vuelta, y… ah! sobre todo, celébralo...has tenido una oportunidad más.” Zhor.
Zhor se moría, sus baterías de litio presurizado se acababan, habían durado 2.000 años y el final se acercaba, quedaban 2 horas y 25 segundos, marcaba su reloj en su pecho.
Estaba estirado en una camilla virtual, suspendido en el aire, es el año 6.225 de nuestra era, el hombre ha llegado hace tiempo a Marte, la Luna y otros planetas y asteroides de nuestro Sistema y ahora comienza a salir fuera del mismo.
La Humanidad ha evolucionado como ninguna mente hubiera podido hacerlo nunca, y ahora sólo ansiaba saber, saber más…pasaron los tiempos de penurias, de esfuerzos, de guerras y ahora sólo se dedicaban los humanos a una cosa: intentar conocer, intentar en lugar de hablar escuchar, intentar Ser.
Primeros fueron humanos los que iban en las naves, pero después de los fracasos, fueron androides, sobre todo cuando pasó lo del Titanic-3 donde toda la Tierra vio en directo durante 23 días la agonía de 22 pasajeros que se fueron muriendo uno a uno.
Fue máxima audiencia para las televisiones terrestres y máximas las ganancias, ya que nadie pudo rescatarlos a tiempo. Se necesitaban 43 días para llegar a un asteroide de Júpiter, donde estaban, y era imposible. No había tiempo, se hubiera necesitado una nave que fuera el doble de la velocidad a la cual podían ir, y eso no existía aún.
Antiguamente las naves se movían por energía de gases, ahora ésta se había suprimido hace tiempo y se usaba la gravedad de los astros, para catapultarlas hacia otro destino, fuera planeta, satélite o asteroide y así viajaban por el espacio.
Saltando con la gravedad de planeta en planeta o asteroide, se conseguía llegar con poco peso de combustible-energía que movía la nave, y con una existencia de la misma, la gravedad, ilimitada en el cosmos.
Zhor recordó sus primeras misiones en el espacio, ya que los androides empezaron a usarse en grandes cantidades, ya que eran fácilmente reemplazables, seguros( siempre obedecían) y producidos como sirvientes, cuidadores, soldados, mineros, exploradores, buzos, etc. en grandes cantidades. Al final su precio se hizo casi nulo, aparte que el Gobierno Mundial Democrático Terrestre los financiaba, y al final el problema fue limitar su número, un androide por cada humano.
Zhor dijo a su maestro humano, Li: “Estoy triste, sé que agonizo “.
Dijo Li: “No te preocupes Zhor, has hecho grandes proezas y has ayudado a la Humanidad en muchas ocasiones, estate tranquilo”.
Dijo Zhor:
“Sí, lo estoy, pero pienso a donde iré después de mi muerte, vosotros los humanos creéis en un Dios, pero yo soy una máquina, no tengo Dios ni creador, iré a los Centros de Reciclado Democráticos y me harán un ordenador, un coche, o cualquier cosa, o si no, me pondrán en un museo de máquinas, máquinas muertas, restos de chatarras… oh! Qué triste, y Zhor aunque era un androide, comenzó a llorar….
No llores, dijo Li, sabes que haré un copiado de seguridad de tu sistema y lo replicaré en otro y podrás vivir otros 2.000 años…
Sí, dijo Zhor, pero “no seré yo”, será una copia…..
Oh! Dijo Li, es igual un original que una copia, nuestro gran científico Alexader Bag hizo la Ley de que: “La información en un sistema original es siempre la misma que en un sistema copiado, ya sabes.”
Li miraba de reojo a Zhor, sabía que lo que le estaba contando, él como androide ya lo sabía, pero sólo intentaba en esos momentos de agonía de su amigo, distraerle un poco y que se olvidase de hacerse preguntas….
Zhor le pidió con voz susurrante: Li, por favor, me quedan 3 minutos, tráeme una botella de aquel vino que tú sabes, y brindemos por mi muerte…
Li, salió corriendo y fue al estante donde siempre estaba la botella de vino tinto de aquel invierno de 2.011,que le dejaron sus ancestros y la cogió con mucho cuidado y se acercó despacio a Zhor…
Zhor hacía unos segundos que había muerto, no quería que su amigo asistiese al desconectado gradual, al apagón de su sistema, a su muerte, pero le dejó una nota escrita a Li,
Decía la nota de Zhor:
“Li, aunque soy una máquina, siempre he querido en mis últimos momentos hacer una cosa, pensar en mí, sentirme, saber qué grado de energía no material tengo,si tengo alguna, si siento algo distinto de ser un montón de hierro, plástico e hilos, ver el hueco entre pensamiento y pensamiento y… sabes, he conocido al final de mi existencia algo:
“ Ahora sé que soy”, ... te espero querido amigo.
Li abrazó a su androide como sólo se abraza a un amigo que nos deja y una lágrima de Li cayó en el frio pecho metálico de Zhor que se acababa de ir, justo donde el reloj de su existencia ahora marcaba 0 segundos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario